
“Lo que encontré es que casi todo lo que sabemos sobre el tema está equivocado. Las drogas no son lo que pensamos que son. La adicción no es lo que pensamos que es. La guerra contra las drogas no es lo que hemos visto en nuestros televisores durante un siglo. Y las alternativas no son las que pensamos que son”. En una larga entrevista, Hari explica por qué la opinión pública está tan equivocada y de qué manera ello causa una gran cantidad de dolor y violencia a lo largo y ancho del planeta. Espero que os resulte interesante.
PREGUNTA. El doctor Bruce Alexander asegura que la confusión y la ausencia de sentido en el mundo moderno son las raíces de la adicción a las drogas. ¿Se puede afirmar que es un fenómeno propio del siglo XX y XXI, dado que encuentra el caldo de cultivo perfecto en nuestra sociedad?.
RESPUESTA. De todas las cosas que aprendí durante mi investigación, los descubrimientos sobre la adicción fueron los que más me sorprendieron. Para responder a tu pregunta explicaré a los lectores las teorías de Bruce Alexander de forma un poco diferente. Yo había asumido, como todo el mundo, que la adicción a las drogas está causada por los químicos que se encuentran en ellas. Parece algo de sentido común. Pensamos que si tú o yo o cualquiera de las siguientes 20 personas con las que te vas a cruzar tomasen heroína durante 20 días, el día 21 todos serían drogadictos. Eso se debería a que hay determinados anzuelos químicos en la heroína que hacen que nuestros cuerpos la echen de menos. La necesitaríamos físicamente. Eso es la adicción, y eso es lo que pensaba que era.
Lo primero que me alertó sobre el hecho de que había algo mal en esa historia fue cuando los expertos me explicaron que si me atropellase un coche y me rompiese la cadera, me llevarían al hospital y me darían diamorfina. La diamorfina es heroína. Es mucho más fuerte que lo que los adictos compran en la calle, porque no ha sido contaminada por los traficantes. Cualquiera que haya pasado por una operación de cadera habrá tomado un montón de heroína.
La adicción está causada por un sentimiento de aislamiento y desconexión en el adicto, no por las drogas en sí mismas.
Si lo que pensamos sobre la adicción es correcto, ¿qué pasaría? Que esa gente, al menos algunos de ellos, se harían adictos. Esto ha sido estudiado y no ocurre. Cuando lo descubrí me quedé perplejo. Parecía tan extraño que sólo lo entendí cuando entrevisté al doctor Bruce Alexander en Vancouver. Me explicó que la teoría de la adicción que damos por buena proviene de una serie de experimentos que se realizaron a comienzos del siglo XX. Eran muy simples. Coges una rata, la pones en una jaula y le das dos recipientes de agua. Uno tiene agua. El otro es agua con heroína o cocaína. Si lo haces, la rata probablemente preferirá el agua con droga y casi siempre se matará rápidamente de sobredosis. Esa es nuestra teoría de la adicción.
En los 70 el profesor Alexander revisó esos experimentos y se dio cuenta de que la rata no tenía otra cosa que hacer aparte de drogarse. Así que construyó una jaula diferente, a la que llamó Rat Park. Era el cielo de las ratas. Tenían buena comida, bolas de colores, muchos amigos y podían tener sexo todo el rato. Aparte, estaban los dos recipientes de agua. Esto es lo fascinante. En Rat Park no les gustaba el agua con droga. Raramente la tomaban, ninguno de forma compulsiva y ninguno sufrió una sobredosis. Hay muchos ejemplos e historias de humanos recogidas en el libro que muestran que eso también se aplica al hombre y que nos dice mucho sobre la naturaleza de la adicción. Esta no está causada sólo por las drogas. La adicción está causada por un sentimiento de aislamiento y desconexión en el adicto. No son las drogas, es tu jaula.
P. La drogadicción parece otra expresión del consumismo: comprar cosas para sentirte mejor. ¿Hasta qué punto somos todos un poco adictos?
R. Creo que es simplista decir que es solamente otra expresión del consumismo. Pero es cierto que el vacío de una sociedad en la que el consumismo se impone a la comunidad es un factor (entre otros) que contribuye a la adicción. No creo que todo el mundo sea un adicto, puesto que eso desproveería de sentido al término. La gente feliz y conectada, con buenas relaciones sociales, no se convierte en adicta y todavía hay mucha gente así. De hecho, es la mayoría.
Pero tienes razón al sugerir que la adicción abarca un espectro más amplio, no hay una línea definida entre los adictos y el resto. Hay mucha gente adicta a sus smartphones, que saben que mirar constantemente Facebook o Twitter es menos enriquecedor que hablar con tus amigos, leer un libro o pasear por el bosque, pero se sienten empujados a hacerlo continuamente, de manera que consume su vida. No se acerca a ser adicto al crack, obviamente. Pero es una adicción, y surge de la misma raíz que otras adicciones: un sentimiento de aislamiento, dolor y no querer estar presente en tu propia vida.
P. En el libro afirma que hay una confusión entre la adicción y la dependencia física. ¿Cuál es la diferencia?.
R.Son dos cosas totalmente distintas. Lo mejor para describirlo es imaginarse a dos individuos. Uno de ellos es tu abuela, ingresada en el hospital después de una operación de cadera, tomando montones de diamorfina (heroína) para controlar su dolor. El otro es un mendigo en un callejón al lado del hospital, que consume un montón de heroína para tratar su dolor psicológico. Ambos están tomando la misma droga, con la excepción de que la heroína de tu abuela es mucho más fuerte porque está proporcionada por los médicos. Si los dos toman la droga durante unas semanas, ambos serán físicamente dependientes, lo que significa que cuando paren experimentarán síntomas de abstinencia. Sudarán un poco más y sufrirán algo que parece una gripe.
La dependencia física aparece cuando tu cuerpo se ha acostumbrado a una droga y experimentas síntomas físicos cuando ya no la consumes. Pero la adicción es un estado psicológico interno en el que no quieres vivir tu vida, por lo que llevas a cabo un comportamiento compulsivo que detiene tu dolor y aflicción. Tu abuela puede que ni siquiera note esos síntomas, pero si lo hace los aguantará hasta que desaparezcan, porque quiere recuperar su vida, en la que tiene relaciones y hay cosas que quiere vivir. La dependencia física pasará rápidamente.
P. Hay un correlato a lo largo de todo el libro que sugiere que las drogas son un problema de clase social, ya que si eres rico y tomas drogas eres un consumidor, pero si eres pobre, eres un paria social. ¿Es imposible que un rico sea drogadicto o, mejor dicho, que se le se considere como tal?
R. Sobre la primera pregunta, sí, por supuesto que pueden convertirse en adictos. La teoría de Bruce Alexander no trata de la pobreza, sino de la desconexión. Puedes ser pobre y tener vínculos saludables y un grupo fuerte y un profundo sentimiento del significado, y puedes ser rico y no tener nada de eso. Piensa, por ejemplo, en los banqueros de Wall Street o en las estrellas del rock, que sufren grandes niveles de drogadicción. ¿Sus vidas son felices, saludables y conectadas, en las que tienen vínculos de apoyo y sensación de plenitud? Al contrario, a menudo están tan desprovistos de significado como alguien en el arroyo. Las estrellas de rock no pueden salir a la calle y no pueden confiar en nadie de los que les rodean; los banqueros de Wall Street… bueno, no necesitas que te explique cómo sus vidas están vacías de significado.
P. También hablas de una subcultura de las drogas que se puede ver aún en muchas ciudades: drogadictos reunidos en grupos que se apoyan mutuamente en las calles y parques… ¿Ha favorecido esta organización el uso de drogas o ha ayudado a que muchos adictos no estuviesen solos y desprotegidos?

Los adictos tienden a juntarse y desarrollar formas de sobrevivir juntos, se ve en todo el mundo. Ambos aspectos son importantes a la hora de resolver un sentido de insignificancia: el uso compulsivo de la droga y la identidad grupal que se forma alrededor de dicho uso. Como dice Bruce, “es mejor ser un yonqui que no ser nada y esa es la disyuntiva en la que se encuentran esos tipos”. Hay una ilustración de esto que fue vivida en persona por Bruce en Vancouver a principios de los setenta. Después de que la conexión francesa que proveía drogas a EEUU desapareciese, hubo largos períodos (meses) en los que no llegaba nada de heroína a Vancouver desde Nueva York. Lo sabemos porque la policía se incautaba de la heroína que se vendía en las calles, la analizaba y descubría que no contenía heroína. Eran todo contaminantes y relleno.
P. Cuando una industria como la de la guerra contra las drogas está tan bien establecida es porque satisface los intereses de muchas personas. Pero recuerdas en el libro que no todo el mundo en la misma saca beneficio. ¿Es una guerra apoyada por convicciones morales o por el interés personal?
R. Está sujeta por una compleja mezcla de fuerzas. La más importante es, de lejos, la opinión pública. La mayor parte de la gente aún cree en la prohibición, y por lo tanto los políticos la mantienen. Eso se debe a que gente como yo no hemos hecho bien nuestro trabajo al explicar los problemas de la prohibición y por qué las alternativas son mejores.
Necesitamos revisar honesta y respetuosamente las razones por las que la gente apoya la prohibición. Es un debate distinto a, por ejemplo, el debate sobre la igualdad de derechos para los gais. Cuando discuto con homófobos, intento hacer lo mejor para convencerlos, pero finalmente, hay una profunda diferencia entre nosotros: yo creo que los gais deberían ser tratados como los demás y ellos no.
El debate sobre la guerra de las drogas es diferente. Las razones que la mayor parte de la gente da para apoyar la prohibición son que no quieren que sus hijos consuman drogas y que la gente se convierta en adicta. Al revés que en el debate con los homófobos, ambos bandos tienen los mismos objetivos. Yo también deseo reducir la adicción y proteger a los niños de las drogas.
No es, en principio, un debate sobre objetivos, sino sobre cómo alcanzarlos. Creo que los datos son muy claros en que la regulación es una herramienta más útil para conseguirlo que la prohibición, por razones que espero que queden claras en el libro. Pero no lo hemos dejado lo suficientemente claro. La mayor parte de la gente se da cuenta de que la guerra contra las drogas ha fracasado, pero no están convencidos del resto de alternativas aún, y creo que necesitamos hacerlo mejor mostrando lo que ha ocurrido en los lugares que han elegido las alternativas y por qué esas reformas son tan populares.
Por supuesto, hay fuerzas que se benefician del estado de las cosas. La más grande es, de lejos, el crimen organizado, pero también la industria carcelaria, ciertas partes de la policía, y otros. Es real, pero no quiero exagerar, lo más importante es cambiar la opinión pública.
P. ¿Por qué el sistema capitalista no ha sentido ganas de legalizar las drogas a nivel global, dado que sería una industria muy rentable? ¿Por qué no han decidido las autoridades que sería mejor para todo el mundo, aunque sólo fuese económicamente, si las drogas estuviesen en manos de empresas legales?
R.Para empezar, no hay algo llamado “capitalismo”. Hay distintas fuerzas capitalistas, con distintos intereses, y en paralelo hay fuerzas democráticas en competencia que a veces lo refuerzan y a veces lo contienen. Como digo, el actor principal a la hora de regular legalmente el mercado de las drogas hoy es la opinión pública, y necesitamos trabajar para persuadir a la gente. Lo que tenemos hoy en día es probablemente la peor forma de capitalismo: gángsteres violentos que compiten a través de los precios, pero sobre todo, a través de la violencia.
Hay dos alternativas. Una es tener un mercado legal y regulado, donde las empresas con ánimo de lucro proporcionen el producto. Eso es mejor que la situación actual, porque no es violento: prefiero mucho antes a GlaxoSmithKlein que a los Zetas. Pero para mí aún es problemático, porque las empresas quieren promocionarse y anunciarse. Me parece tan mal como con las tabacaleras o casa de apuestas que publicitan sus productos.
Por eso prefiero la opción alternativa, que el mercado de las drogas esté controlado por monopolios estatales (de la misma manera que en Suecia el alcohol estaba en manos de un monopolio estatal, sólo podía venderse en un envase neutro y no podía ser publicitado), o por grupos sin ánimo de lucro, como los clubs de cannabis españoles. De esa manera, terminas con la violencia de la guerra de las drogas, sin crear compañías que tengan incentivos financieros para promocionar el uso de las drogas. Como digo, ambas alternativas son mejores que ese tipo de horrible de capitalismo que controla hoy en día el comercio de las drogas.
Para responder a la segunda parte de tu pregunta, sobre por qué las autoridades no han tomado el camino de la regulación: es un error común pero comprensible dar por hecho que lo que ocurre es que alguien en lo más alto se sienta ahí, buscando racionalmente la mejor opción y elige el camino más apropiado basándose en las pruebas. Pero las leyes no se hacen así, como sabe cualquiera que haya conocido a un político o conozca la historia. Lo que ocurre realmente es que las autoridades globales y los políticos responden a la presión que hay sobre ellos. Si hay una presión de la opinión pública y las fuerzas más poderosas para mantener la prohibición, eso lo que va a ocurrir. Si hay presión de movimientos organizados democráticamente para cambiarlo, y son persistentes, ocurrirá lo contrario.
P. España, como ocurre con Inglaterra, sufrió un grave problema de drogadicción en los años ochenta, lo que llevó a hablar de “generación perdida”. Algunas teorías incluso sugieren que fue el intento de aplacar a una juventud rebelde, como en el País Vasco. ¿Estudiaste España para tu libro?
R.No, pero he pasado allí algún tiempo hablando con expertos, y pasé aún más tiempo en Portugal, que aparece en el libro. Tengo algunas ideas sobre la situación en España. Una vez que entiendes que el dolor y el aislamiento son determinantes en la adicción, no creo que sea difícil ver que España sufrió esta “generación perdida” cuando lo hizo. Era un síntoma de problemas muchos más graves en la sociedad, más que la causa.
Hay teorías de la conspiración similares en EEUU que dicen que la policía promocionó la drogadicción de forma deliberada en los 80 para pacificar los guetos. No hay ninguna evidencia. Es, creo, una forma de evitar las razones reales de estos problemas, que están en la cultura y en la prohibición.
España tiene los mismos problemas de drogas que el resto del mundo. No existe el castigo brutal a los adictos que se puede ver en EEUU, y eso dice mucho a vuestro favor. Pero tenéis una guerra contra las drogas causada por la prohibición que es causa de muchos asesinatos. Al mismo tiempo, sufrís los mismos factores culturales que llevan a la adicción, especialmente desde la crisis.
Pero también tenéis las semillas para un enfoque alternativo. Los clubs sociales de cannabis desarrollados en España, donde la gente se junta legalmente en grandes grupos para cultivar cannabis y distribuirlo sin ánimo de lucro entre sus miembros son un experimento interesante a la hora de quitar las drogas de las manos de los criminales. Inspiran a gente de todo el mundo.
Fátima Pérez Lozano
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